Tocar establece un lazo afectivo, nos vincula con la persona que nos toca y nos despierta sensaciones positivas como relajación, cercanía e informalidad. Aunque todos necesitamos contacto físico, no podemos ir por la vida tocando a todo mundo, como tampoco podemos asumir que a todos les gustará. Lo cierto es que no hay nada más grato que un abrazo cálido, apretado, que nos haga sentirnos amados. Además de lo agradable que es, nos satisface y nos embellece por dentro y por fuera. Así que abracemos y evitemos ser personas de : “Mírame, pero no me toques”
Un simple toque (no sexual) puede aumentar la docilidad, la actitud de ayuda, la atracción y la potencia de la comunicación.
Para movernos en el mundo, nos centramos sobre todo en los ojos y los oídos. El tacto es un sentido que a menudo olvidamos. Pero el tacto es también fundamental en la manera como entendemos y experimentamos el mundo.