Mateo 5:3 (RVC) “«Dichosos los pobres en espíritu, porque el reino de los cielos les pertenece.”
Al leer los Evangelios, ciertamente parece que Jesús es bastante duro con los ricos y benigno con los pobres; dijo que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de los cielos; incluso le dijo a un joven rico que regalara todo su dinero. ¿Es la pobreza el estado que Dios prefiere en nuestra existencia? ¿Corrompe el dinero tan gravemente nuestros valores que lo mejor es que nos deshagamos de él? ¿Es el voto de pobreza que hacen los monjes y las monjas el estilo ideal de vida para Dios?
¿No habló Jesús sobre la pobreza en una de las bienaventuranzas del Sermón del Monte? En realidad, sí: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3). Pero ten en cuenta que la pobreza que Jesús elogia no es financiera, sino espiritual. En este versículo, ser pobre en espíritu significa ser humilde, ser consciente de la necesidad de un Salvador, ser consciente de que sin Jesús nuestras manos están vacías en la corte del juez.
Uno puede tener un ingreso considerable y aun así ser en verdad pobre en espíritu, si tiene corazón humilde y agradecido delante de Dios, si el mayor tesoro que posee se encuentra en el evangelio de Cristo, y si el propósito principal de la vida es agradar a Dios.